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TURQUESA

Antiguamente se la conocía como kallalith ("piedra hermosa", en farsi) o fayruz ("gema de la suerte", en árabe). En la actualidad se la denomina turquesa (quizás porque fueron los turcos los que la introdujeron en Occidente). 

Este mineral amorfo, formado por un fosfato hidratado de aluminio con algo de cobre y hierro, que cristaliza en el sistema triclínico. Su dureza, semejante al vidrio, está entre 5 y 6 en la escala de Moss. Su color varía entre el azul verdoso y el verde grisáceo, aunque todo depende de la cantidad de cobre que contenga. Su brillo es ceroso y a veces presenta bandas o estrías por inclusiones de plata o cobre. Su variedad azul cielo, conocida con el nombre de huevo de petirrojo, es la más valorada en joyería. Cuando se ex- pone a la luz del Sol y al calor, puede deshidratarse y entonces su color cambia al verde. 

Según la tradición hebrea, la primera mina de turquesas fue puesta en explotación por Isaac, hijo de Abraham, en el monte Sinaí y sus piedras eran muy codiciadas, tanto por los antiguos hebreos como por los egipcios. Los aztecas también utilizaron la turquesa como un amuleto poderoso contra el mal. En México se utiliza popularmente como un amuleto para la buena suerte. Este mineral, apreciado desde la antigüedad se ha descubierto en colgantes y brazaletes recuperados de tumbas del Egipto antiguo. En América los mayas y los aztecas, la usaban en joyas y ornamentos y adornaban con ella las esfigies de sus dioses: Quetzalcoatl, la divinidad benéfica, llevaba en su mano una serpiente de turquesa con la que abría la salida del sol. En Grecia se le atribuían poderes de protección contra asesinos y envenenadores. En la antigua Roma era la gema de las mujeres, que también la usaban molida como adorno para el cabello. En la Edad Media, por último, simbolizaba el valor y la grandeza y fue el talismán de la Sagrada Orden de los Caballeros de Oriente.

A nivel físico, el azul verdoso de la turquesa aúna los colores curativos (verde), con todo lo relacionado con el chakra laríngeo, por lo que resulta especialmente indicado para las afecciones del sistema respiratorio, la laringe, los bronquios y los pulmones, entre las que se cuentan la amigdalitis, disfonía, afonía, tosferina, difteria, bronquitis, asma de origen bronquial, etcétera.

En astrología se la sitúa bajo el signo zodiacal de Tauro. Utilizado por los hombres enamorados, les proporciona éxito y a las jóvenes solteras les dota de virtud. De él se dice que protege la nariz, el sistema nervioso y el sistema respiratorio, así como del mal de ojo.  Esta piedra se usa en anillos, collares, aretes; y se dice que protege a su dueño del envenenamiento, enfermedades del ojo, y de la mordida de serpientes. La tradicion manifiesta que la turquesa esconde la energía del cielo y, tal vez por eso, ha sido y es una de las gemas más encantadoras para el hombre.

La turquesa tiene fama de "curandero maestro", porque relaja los espíritus en conflicto y emite vibraciones curativas muy intensas. Acrecienta las fuerzas, inspira confianza y absorbe sentimientos negativos, a veces, después de usarla cambia de color o se opaca, por lo que hay que limpiarla y recargarla inmediatamente, dejándola descansar luego varios días  en una drusa de cuarzo o amatista, de ser posible, al sol.