MALAQUITA
Adopta su nombre ya que en la antigüedad se le bautizó como molochites, término que aludía al color de la malva.
Es un carbonato básico de cobre Cu₂(OH)2CO3, monoclínico prismático, de dureza 4, presenta un color verde esmeralda con bandas concéntricas de distinto color, con brillo vítreo en los cristales y sedoso en las variedades fibrosas.
Los romanos la valoraban mucho como adorno y solían colocarla sobre el ombligo de las parturientas para aliviar los dolores del parto, sobre los ojos para curar enfermedades oculares como el glaucoma y las cataratas y como talismán para protegerse del rayo, las caídas y los accidentes.
Debido a su color verde, la malaquita es una de las piedras curativas por excelencia, pero ejerce su influencia en forma general, por lo que se recomienda acompañarla de una piedra que oriente sus propiedades terapéuticas.
En el siglo XVIII en el centro de europa se creia que, el polvo de este mineral servia de purga y vomitivo. También se le otorgaba el don de librar de la peste a quien la llevaba colgada de su pecho, en contacto con la piel.
Su color verde oscuro, denso y opaco, simboliza el color de la curación, ya que absorbe la energía en lugar de transmitirla o canalizarla. Resulta ideal para aplicar localmente en áreas congestionadas o doloridas. Lleva rápido alivio a diversos dolores y resuelve problemas oculares y del bazo.
Sus vetas siempre cambiantes constituyen un símbolo de evolución y creatividad, por lo que usada sola actúa sobre el sistema nervioso armonizando los desequilibrios emocionales.
Se la conoce como la piedra de la comunicación, porque ayuda a pensar y despierta la mente a una conciencia superior. Se dice que esta piedra protege contra el mal de ojo y se recomienda especialmente para niños pequeños. Es muy usada para atraer el dinero y para suerte en el juego.
Desde el punto de vista psíquico, ayuda a solucionar crisis emocionales y situaciones conflictivas. En meditación, combinada con la crisocola y la azurita, permite alcanzar altos niveles de concentración. Para quienes pasen por un proceso de purificación, la malaquita permite actuar como un eliminador de desechos emocionales y espirituales. Esta limpieza la hace indispensable cuando se han sacado a la luz ciertos bloqueos infantiles o traumáticos y, es preciso deshacerse de ellos.
Como piedra esencialmente curativa, resulta la compañera ideal para la azurita, el lapislázuli y la crisocola, que al interferir positivamente con la frecuencia del verde de la malaquita crean un escudo protector contra cualquier energía negativa del exterior, pero permitiendo que los cuerpos se mantengan perfectamente permeables a las positivas.